lunes, 6 de diciembre de 2010

El análisis funcional

Es una forma de generar nuevas ideas partiendo de la observación de las funciones de los conceptos con los que estamos trabajando. Por ejemplo, en clase ha sido propuesto un ejercicio en el que teníamos que desarollar un análisis de este tipo partiendo de dos ideas, aparentemente sencillas: un grifo y un interruptor. La actividad consistía en diseñar tres tipos de grifos, uno para una cocina, otro para un baño, y otro para una terraza, así como tres tipos de interruptores, uno para un salón de estar, otro para una cocina, y otro para el baño. Para complicar el tema, los diseños debían basarse en comparaciones con tres órganos vitales: el ojo, la boca, y el esfínter.

La actividad se antojaba bastante extraña, yo mismo me ví con muchas dificultades para enfocarla. Lo que había que hacer era comparar todos estos elementos entre sí, centrándonos en sus funciones:
  • El ojo. Es el órgano que regula la entrada de energía lumínica, para su posterior conversión en imágenes en nuestra mente. Su control va desde la acción más voluntaria (cerrarlos para dormir) hasta la más básica e involuntaria (parpadear).
  • La boca. Es un órgano que permite tanto entradas (comida, etc.) como salidas (saliva, etc.) De los tres es el que permite un mayor control voluntario, aunque también puede tener reacciones involuntarias.
  • El esfínter. Permite la contención de, dejémoslo en "materiales indeseados" por el cuerpo para su posterior salida. Actúa por necesidad, la acción de abrir/cerrar es más limitada, ya que una vez abierto es difícil de cortar.
Dicho esto, puede verse que hay ciertas similitudes con los dispositivos domésticos: el interruptor se encarga de dejar pasar o de cortar la energía eléctrica, la cual se convertirá en energía lumínica (muy en relación con lo que hace el ojo), mientras que el grifo cierra y abre el paso del agua (a modo del esfínter). Sin embargo, lo que diferencia a estos grupos de elementos es que los dispositivos domésticos implican una acción obligatoriamente voluntaria para poder funcionar, mientras que los órganos se mueven por necesidades vitales, dando lugar a acciones que a veces no controlamos.


Tanto el ojo como el interruptor son dos vías de acceso por las que pasa energía luminosa.

De esta forma ¿cómo podemos hacer nuestro diseño? Mi propuesta se basaba en cierto modo de crear dispositivos que pudiesen variar su funcionamiento atendiendo a las necesidades reales para la casa, traspasando el principio de reacción involuntaria de los órganos al ámbito doméstico. Me explico: si la pupila es capaz de cambiar su tamaño y regular la entrada de luz de la misma manera que lo hace el diafragma de una cámara, ¿por qué no hacer un interruptor que, independientemente del tipo de bombilla que se use, reacione automáticamente dependiendo del lugar de la casa donde se sitúe? En el caso de la cocina, interesa un interruptor capaz de mantener una luz más blanca durante todas las horas del día en relación con la luz que le llegue del exterior, mientras que en el pasillo y en el salón de estar ésta sea más amarillenta, para dar mayor sensación de confortabilidad (en el caso del salón debería ser más intensa, para que invite a la conversación, a la lectura, etc.) Además resultaría interesante que todos éstos fueran capaces de apagarse automáticamente en el caso de que no detecten ninguna presencia en casa, por el ahorro de energía que supone.

Con los grifos seguiríamos un método similar: debido a su similitud con lo que hace el esfínter, podríamos hacer que éstos se autorregulen en relación con el lugar de la casa en el que se encuentren. Por ejemplo: el de la terraza debería producir un chorro más fino, ya que suele usarse en ocasiones muy puntuales, mientras que los del baño y la cocina deberían permitir una mayor presión (más en el primer caso que en el segundo). Así mismo, podrían regularse en función del clima, al igual que nuestro cuerpo: éste no responde de la misma forma los días que hace calor a los que hace mucho frío, por lo que nuestros grifos podrían cambiar su presión atendiendo a los cambios de temperatura que puedan darse en la casa (ej: aumentar la presión automáticamente los días fríos para evitar que las tuberías puedan helarse y reventar, y bajarla los días calurosos para que no se produzca un gasto tan fuerte).

Un grifo que se autorregule permitiría un mayor ahorro de agua.

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